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lunes, junio 04, 2007

La energia y el poder

El texto a continuación fue escrito por Raul Sohr, el cual según mi parecer explica bastante bien el por qué se busca el dominio sobre los recursos energéticos y sus diferentes realidades en América, Medio oriente y Europa. Si les interesa, les dejo el link para que bajen el documento directamente aqui

LA ENERGIA Y EL PODER
Raul Sohr

La energía es una forma de poder. Como tal, es codiciada y puede ser tanto una fuente de riqueza como de fricciones. Postular la integración energética en Sudamérica supone reconocer su carácter estratégico, vale decir, subordinar su valor de mercado a metas integradoras con una perspectiva de largo plazo. Para perseverar tras semejante objetivo es necesaria una clara y firme voluntad política por parte de las Estados participantes. La vocación integradora energética deberá superar no solo viejas odiosidades vecinales. Su principal escollo será el potente bloque de intereses creados que suele asumir la expresión de patriotismo económico.

Para Lenin, la fórmula del éxito, en la emergente Unión Soviética, era simple: « Socialismo = Soviets + Electrificación ». El poder político y los medios para mover la industria serían la clave para la construcción del nuevo sistema social. En rigor, la ecuación de Lenin era minimalista. Se necesita más que un buen gobierno y energía para asegurar el bienestar de un pueblo. Si bien ambos factores no son condición suficiente para el éxito, nadie pone en duda, por otra parte, que son necesarias.

Es decidor que en inglés la energía eléctrica es llamada lisa y llanamente power, o sea poder. El fluido eléctrico es una de las formas de energía (y se obtiene de distintas fuentes), con los hidrocarburos, las más importantes económica y políticamente. Como la fuente primaria más versátil, el petróleo domina el conjunto del mercado energético. El crudo está concentrado en el Medio Oriente donde se encuentran alrededor de 60 por ciento de las reservas. Las fronteras y la historia de está región, a lo largo del siglo XX, fueron dictadas en
buena medida por lo que algunos llaman el oro negro y otros han llegado a denominar el excremento del demonio. Las apreciaciones varían de manera tan extrema pues el petróleo puede obrar tanto como una bendición como una maldición. El devenir político de Irak, Arabia Saudí, Irán, Kuwait y el resto de los emiratos del Golfo Pérsico está marcado por su condición de grandes productores de la más cotizada materia prima.

Hay, claro, otros elementos asociados de manera directa al poder y es el armamento. Para muchos el petróleo y otras fuentes energéticas son, simplemente, una mercancía más. Su adquisición es transada en los mercados internacionales y los precios son fijados por la oferta y la demanda. Así es en tiempos normales pero todo el mundo sabe que la energía también puede utilizarse como un arma. Lo mismo ocurre en los mercados de los armamentos donde los mercaderes, en tiempos de paz, se prodigan en la oferta de equipos bélicos.

Incluso de un punto de vista estrictamente bélico hay quienes señalan que la clave del éxito no está en el campo de batalla sino que en la logística. Con ello quieren decir que de nada sirve un valeroso ejército si no dispone de los insumos necesarios para combatir. La ausencia de carburantes para los blindados puede paralizar incluso a poderosas maquinarias de guerra como le ocurrió en ciertos frentes a la Wehrmacht hacia fines de la Segunda Guerra Mundial. En Vietnam, Estados Unidos dedicó gran parte de su esfuerzo a romper el flujo de pertrechos desde Vietnam del Norte al del Sur. Entre 1965 y 1973, fueron lanzadas más de dos millones de
toneladas de bombas sobre Camboya y Laos para destruir las líneas de abastecimiento de las fuerzas comunistas. Tan solo Camboya recibió más de 50 por ciento de todas las bombas lanzadas sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial. El esfuerzo apuntaba a bloquear la llamada ruta de Ho Chi Minh que, con un ancho promedio de 8 kilómetros, corría a lo largo de un millar de kilómetros bajo el denso follaje. En ella se encontraba un bien camuflado oleoducto que permitió la circulación de unos diez mil camiones que fueron indispensables para montar el asalto final sobre Saigón. El general norteamericano Carl Stiner, que comandó a las fuerzas especiales durante el conflicto, resumió así la importancia del abastecimiento: « Es creíble el planteamiento de que, si Estados Unidos hubiera encontrado una forma efectiva de bloquear la ruta de Ho Chi Minh en 1962 ó 1963, la intervención masiva norteamericana, 4 años más tarde, no hubiese ocurrido, quizás la guerra de Vietnam hubiese concluido de manera más feliz » (1)

Es claro que en guerra disponer o no disponer de petróleo puede marcar la diferencia entre la victoria y la derrota. Contar con poderosas armas, al igual que tener hidrocarburos, puede ser u arma de doble filo. Es decir, puede constituir tanto una fortaleza como una vulnerabilidad. Fortaleza cuando se puede hacer pleno uso de los recursos. Vulnerabilidad si no se tiene la capacidad defenderlos. Contar con Armas de Destrucción Masiva (nucleares, químicas o biológicas) que no pueden protegerse puede atraer agresiones. Le ocurrió a Irak que en 1981 fu atacado por Israel que destruyó hasta sus cimientos el reactor nuclear de Osirak, que estaba a punto de ser puesto en marcha. Quedó así sepultada la declarada voluntad de Saddam Hussein de contar con la « primera bomba atómica islámica »(2). Hoy Irán enfrenta un dilema similar.

Lo mismo pasa con los hidrocarburos. El poder que otorga esta fuente de energía es tal que también puede invitar a países más poderosos a buscar, por la vía de tratados o de la fuerza, su control. Dicho en términos coloquiales las cosas se pueden hacer por las buenas o por las malas. Arabia Saudí optó por las buenas en tanto que Irán siguió el camino contrario. En lo que toca a los saudíes, la familia real estableció una alianza con Estados Unidos en la década de los años 30. La convergencia de intereses, consistente en protección política a cambio de petróleo, se plasmó en la famosa empresa Arabian Oil Company (ARAMCO). En el caso de Irán, no hubo acuerdo pues una marea nacionalista llevó al gobierno a Muhammad Mossadeq que fue nombrado, luego de elecciones en 1951, Primer Ministro y sin más dilación nacionalizó el petróleo. Londres y Washington instigaron, en represalia, un golpe militar. Los esfuerzos occidentales prosperaron en 1953 cuando fue establecida una férrea dictadura donde le correspondió un papel protagónic a la SAVAK, la policía secreta. El régimen dictatorial fue depuesto recién en 1979 dando pasó a un intolerante gobierno dominado por fundamentalistas islámicos.

Al mismo tiempo los que disponen de abundantes reservas de petróleo y gas, como Rusia, las utilizan para influir en sus relaciones vecinales. Disminuciones en el abastecimiento a Ucrania y Georgia han recordado a estas ex repúblicas soviéticas cuanto dependen aún de la voluntad de Moscú. El Presidente venezolano, Hugo Chávez, por su parte, ha ganado aliados en el Caribe y algunos países de América Latina con una política de venta de petróleo a precios preferenciales. Ha intentado ampliar ese capital político incluso en Estados Unidos y Gran Bretaña con ofertas de crudo a valores inferiores a los del mercado a sectores menos pudientes. Un esfuerzo por ganar simpatizantes y promover su filosofía política.

Hay también casos de cooperación en que acuerdos de explotación de materias primas han sido el pilar integrador. Es lo ocurrido entre Francia y Alemania luego de la Segunda Guerra Mundial. Allí donde algunos ven una amenaza otros vieron una oportunidad. Después de tres guerras devastadoras, en menos de un siglo, París y Berlín decidieron hacer del viejo continente, al fin, un ámbito de paz. El paso clave fue colocar sus respectivas industrias del carbón y el acero bajo una autoridad común. Robert Shuman, el ministro de Relaciones Extranjeras francés y arquitecto de la naciente unificación, vaticinó que Europa se construiría « a través de realizaciones concretas creando desde el comienzo una solidaridad de hecho » (3).

1. Una opción política

La Europa de los 25, con una moneda y Banco Central común, es el resultado de una voluntad política explícita de los Estados que la integran. El principio rector es el bien común colectivo que descansa en « una solidaridad de hecho ». En esta perspectiva, la filosofía por la cual se rigen los Estados es determinante.

Si la energía es considerada como una mera materia prima desprovista de importancia estratégica se debilita una visión integradora. Desde una perspectiva mercantil, las empresas explotadoras de yacimientos y fuentes de energía deben plantearse el mejor retorno posible para sus inversiones. Es lo que los anglosajones llaman shareholder value. Si lo que da el mayor crédito es la exportación fuera de la región, eso es lo que les cabe hacer. En cambio, si se adopta un prisma integrador, en que la seguridad y el progreso colectivo adquieren mayor peso, el avance se mide no solo en divisas sino que en un balance general de los beneficios de tratados que facilitan el comercio: la apertura de fronteras, los emprendimientos conjuntos y, en fin, una atmósfera de distensión y buena vecindad que profundiza la confianza mutua.

Un ejemplo de los beneficios de la disminución de antagonismos es lo que se llamó el « dividendo de la paz » luego del fin de la Guerra Fría. En la actualidad, en Sudamérica, los presupuestos de defensa representan unos 25 mil millones de dólares. Una mayor integración n significará la desaparición del gasto militar de los países pero facilitaría disminuirlo a la par de incrementar la seguridad nacional de los Estados.

La seguridad es un concepto amplio que abarca muchos aspectos de la vida de los países. La que suele recibir mayor atención en la esfera de los Estados es la seguridad militar. Pero todo depende de la circunstancias pues la seguridad alimentaría o sanitaria pueden resultar tan o má decisivas. Si se trata de desempeño económico, la seguridad energética es clave pues repercute en todas las esferas de la vida nacional y también, como se reseñó más arriba, en el plano de la capacidad de disuasión bélica.

Surge entonces la pregunta sobre cuál es el precio que un país está dispuesto a pagar por su seguridad. Los militares suelen pensar que ningún precio es demasiado alto. En el caso del bien llamado defensa, el personal, los arsenales y los costos operativos son absorbidos en su totalidad por el Estado. El caso de la energía es diferente pues suelen ser las empresas privadas y las estatales, que a menudo operan con estrictos criterios de mercado, las que corren con las inversiones, aunque solo en la medida que obtenga una alta rentabilidad. En caso contrario es una tarea enteramente fiscal. Como consecuencia, la seguridad energética del país puede quedar en manos de agentes económicos que responden, como es natural, al estimulo del mayor retorno posible. La seguridad de la nación no es un tema que deba preocupar a las juntas de accionistas que compraron títulos para obtener buenos dividendos.

Un proyecto integrador en materia energética para Sudamérica es una decisión política estratégica de largo alcance, costos mayores y riesgos. Ello supone una planificación de varias décadas, el fortalecimiento de los instrumentos integradores para la explotación de recursos. Ell implica, entre otras cosas, robustecer las empresas estatales a cargo de yacimientos y de generación de energía. En su defecto, el pago de subsidios que cubran la brecha entre los precios de mercado y los acuerdos de cooperación regional. Semejante esquema encontrará importantes escollos para su financiamiento tanto de la banca privada como la multilateral. Por ello,
será un acto de voluntad política que, en algunos casos, resultará difícil de justificar ante electores inclinados al « patriotismo económico ».

2. América Latina

La mayoría de los países sudamericanos, con la excepción de Chile y Uruguay, tienen por el momento diversos grados de autonomía en cuanto a recursos energéticos. De manera que hay urgencias diferentes. Paraguay, por ejemplo, tiene más electricidad de la que requiere pero no tiene petróleo. Por ello se ha planteado la creación de un anillo energético u otras formas de cooperación que permita el empleo más efectivo conforme a la vasta y a veces difícil geografía de la región. El principio integrador descansa en asociaciones que aporten beneficios a todas las partes. Pero la evaluación de qué es conveniente depende de las políticas comerciales de cada país.

La energía puede ser un obstáculo a la integración o una palanca de presión de un país sobre otro. Bolivia lo entendió así bajo el gobierno del Presidente Carlos Mesa cuanto se puso en boga la consigna « Ninguna molécula de gas para Chile ». No antes que Santiago diera satisfacción a la demandas de La Paz de una salida soberana al Océano Pacífico. A tal punto creyeron que esta era la clave para lograr sus aspiraciones que se llegó plantear que el gas era « el mejor embajador boliviano ». Consultado, Evo Morales, antes de su elección a la presidencia, por qué s oponía a la construcción de un gasoducto que desembocara en el puerto chileno más próximo a los yacimientos gasíferos, respondió con la siguiente interrogante: « ¿Qué pasaría si Chile comprase gas boliviano para alimentar su grandes minas y un día a causa de una huelga, por ejemplo, se suspendiese el abastecimiento? ¿Qué haría el gobierno chileno al ver que cada día se pierden millones y millones de dólares? » (4). El escenario de Morales guarda semejanzas con la causas de la Guerra del Pacífico (1879-83) que costó a La Paz su provincia oceánica. La conclusión de Morales entonces fue que era preferible guardar el gas bajo tierra antes que entrar en una relación que temía podría concluir en un conflicto.

Las actitudes nacionales frente a los hidrocarburos deben considerarse en un escenario en el cual el petróleo se acaba. Las predicciones varían, hay quienes creen que en diez años la demanda excederá a la oferta de crudo. Otros sitúan ese momento crítico a dos décadas. Y en materia energética veinte años, como dice el tango, no son nada. Harry Shimp, ex presidente de la empresa británica BP Solar, vaticina: « En 20 a 25 años, las reservas de hidrocarburos líquidos comienzan a disminuir de manera que tenemos esta ventana de tiempo para convertir a las energías renovables ». A decir verdad petróleo siempre habrá pero no en las cantidades requeridas, con precios cada vez más altos y dificultades crecientes para su extracción.

Una de las causas de la creciente escasez es el vertiginoso aumento de la demanda. China, uno de los mayores consumidores de materias primas en el mundo, no hace más que acrecentar su apetito, y ha triplicado su consumo de electricidad desde 1990 a la fecha. La demanda de fluido eléctrico creció en el 2003 en un 15 por ciento y el petróleo en 10 por ciento. Ese mismo año China pasó de país exportador de petróleo a importador neto. De hecho, varias de las urbes chinas tienen ya racionamientos eléctricos. China es el segundo mayor consumidor de petróleo tras Estados Unidos superando a Japón. Ello pese a que el consumo per capita chino es sólo el 12 por ciento del norteamericano y un cuarto del nipón. El efecto de la mayor demanda mundial, sumada a la inestabilidad política en el Medio Oriente, es un alza de precios que ya causa estragos en diversas economías.

El tema energético abre una oportunidad integradora pero los obstáculos para concretarla son considerables. Salvo Bolivia y Venezuela el resto de los países no dispone de excedentes significativos. Y ya se sabe que la caridad comienza por casa. La obligación primera de todo gobierno es asegurar el abastecimiento doméstico al mejor precio posible. De ello depende la competitividad económica y el bienestar de la población.

En definitiva cualquiera sea el nivel de integración que se alcance la seguridad de cada uno de los países y del conjunto provendrá de la diversidad. Ello significa contar con las más variadas fuentes renovables y existen muchas. Las más desarrolladas son la hidráulica, la eólica, la geotérmica, la biomasa y la fotovoltaica. La más popular es la hidroeléctrica pero la proveniente de grandes represas no suele contar como energía alternativa. Las pequeñas centrales que, en cambio, tienen un bajo impacto en el entorno sí son contabilizadas.

Un campo enorme de cooperación posible es el empleo del etanol en reemplazo del petróleo. En este rubro Brasil está, por mucho, en la vanguardia mundial. El programa de utilización de la caña de azúcar para la producción de etanol comenzó en los años 80’s. No fue un estimulo ecologista sino que fue incentivado por los militares en busca de una mayor seguridad energétic luego del shock petrolero desencadenado en 1973. Los uniformados buscaban reducir la dependencia del crudo proveniente del Medio Oriente. Donde hay voluntad hay un camino y los agricultores recibieron subsidios para sembrar la caña de azúcar. También se subsidió el precio del combustible mientras aumentaba el parque de vehículos que lo empleaba hasta que llegó a ser mayoritario. Luego la baja del precio del petróleo, el alza del precio del azúcar y las crecientes reservas de hidrocarburos descubiertas por Petrobras marcaron la declinación del etanol hacia mediados de la década de los 90’s. En el 2003 comenzó, sin embargo, un repunte en el empleo gracias a una nueva tecnología que permite utilizar una mezcla de gasolina y etanol o ambos por separado. Así en el 2005, 53 por ciento los autos vendidos en el país (866 mil) empleaban la mezcla.

En lo que toca a la energía nuclear, que ya tiene cuatro reactores en Sudamérica, dos en Argentina y dos en Brasil (dos más están previstos, uno en cada país), subsisten serias reservas. Los verdes, a nivel internacional y local, repudian el uranio que, enriquecido, es una de las sustancias más contaminantes y destructivas. De hecho el gobierno alemán, como varios otros e Europa, paralizó la construcción de nuevas centrales nucleares y, si sigue el curso actual, para el 2030 habrán desaparecido las aún existentes. La lucha contra la proliferación de armas nucleares ha reforzado las presiones de Estados Unidos contra el enriquecimiento del uranio. De hecho Brasil enfrenta gestiones norteamericanas para que abandone sus programas en esta dirección. Esta petición se ha hecho aún más urgente en vista de los intentos por negar a Irán la capacidad de enriquecer uranio para su futuro reactor atómico.

La integración económica y política sudamericana ha vivido alta y baja, más baja que altos en los últimos años. Quien no puede lo menos difícilmente podrá lo más. De allí que, por el momento, el reto de la integración energética parece ambicioso. Una condición indispensable para semejante proceso es la existencia de liderazgo, de al menos un Estado que asuma iniciativas y algunos de los costos tanto políticos como económicos. Su ausencia no impide, sin embargo, profundizar lazos bi y trilaterales así como avanzar en el desarrollo y explotación de fuentes energéticas alternativas y, de preferencia, renovables.

(1) Tom Clancy y Carl Stiner, « Shadow Warriors : Inside the Special Forces », Londres, Sidgwick & Jackson, 2002.
(2) Raúl Sohr, « Las guerras que nos esperan » Barcelona, Ediciones B, 2000.
(3) Josepha Laroche, « Politique Internationale », París, Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, 1998.
(4) Entrevista con el autor Santiago, 2004.